LA TIERRA MI
MADRE
ANTECEDENTES:
La obra “La Tierra, Mi Madre”, nació de la ausencia y la necesidad. Un vacío que germino por largo tiempo, debido a una fractura que me llevo a una confrontación con el espacio urbano occidentalizado. Fue esa escisión que me dio el impulso frenético por buscar, un lugar, un espacio, un punto de referencia, un eje.
ANTECEDENTES:
A Finales del 2004 decidí dejar de lado las
clásicas pinturas al óleo e inicie mi trabajo íntegramente con
materiales compuestos por tierra de color en su estado natural, siempre
tomando como elementos de composición mi propia corporeidad, dando origen a un
serie de dibujos intitulados, cuya serie denomine: Cuerpo /Tierra(s). Sin
saberlo había dado inicio al camino estético de “regreso”
(comienzo) de lo que sería mi propuesta estética.
Sin embargo la bidimensionalidad no
lograría satisfacer mis expectativas y pronto emprendería el viaje que
termino en la obra “la Tierra, Mi Madre”, la primera de varias acciones que
realizaría.
LA OBRA: LA ACCIÓN EN SI MISMA
La obra “La Tierra, Mi Madre”, nació de la ausencia y la necesidad. Un vacío que germino por largo tiempo, debido a una fractura que me llevo a una confrontación con el espacio urbano occidentalizado. Fue esa escisión que me dio el impulso frenético por buscar, un lugar, un espacio, un punto de referencia, un eje.
En el 2005 inicie los viajes físicos de retorno.
Luego de varios intentos de acercarme al campo, al mar, a las piedras, a las
quebradas, en Mayo de ese año, me encontré frente a frente, con Torre Torre, una depresión geológica en la
Cordillera de los Andes, ubicada a 3 Kilómetros de camino de la ciudad de
Huancayo, en el
Departamento de Junín. El impresionante paisaje asemejaba un mundo al cual
parecían haberle arrancado sus habitantes. Sus espacios revelaban
convexidades y concavidades con formas humanas en distintas escalas, que
parecían haber alguna vez habitado aquel lugar. Al recorrer sus formaciones y espacios,
sus llenos y vacíos, surgió en mi una la
sensación de escuchar en medio de ese gran silencio, la necesidad de
realizar un acto, una ofrenda, un ritual.
Algo intuitivo me llevo a
llenar una a una las cavidades de aquel
lugar con mi propio cuerpo. Los espacios
eran moldes perfectos de mi tamaño, forma
y volumen. Y cómo si un ritual de integración se
tratara, decidí cubrir todo mi cuerpo con
tierra de color rojo y arcilla (con
aquellas que en Lima había realizado
durante meses mis dibujos y composiciones,
como un primer acercamiento matérico a esta
idea), para reconstituir y restituir simbólicamente “mi
textura”, “ mi piel” a su materia original.
Así finalmente el cuerpo había encontrado
su espacio, su elemento, No había duda,
el cuerpo había salido de ahí, aquella era
su esencia. La Tierra, era Mi Madre.
Soledad Geronimo Salazar
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